La historia del Hotel Palacio de Oriol se remonta a 1902.Todo comenzó cuando Lucas de Urquijo, II Marques de Urquijo, familia que hizo fortuna en compañías eléctricas, en la banca y la minería, mandó construir una residencia de lujo en un solar que tenían en Santurtzi.
El encargo se hizo al arquitecto Severino Achúcarro, uno de los más destacados de la época, quien en 1902 levantó una magnifica mansión en la carretera general que conectaba la localidad marinera con la villa jarrillera.
A principios del siglo XX las localidades de toda la margen izquierda sufrieron un rápido y repentino crecimiento demográfico que desembocó en un cambio urbanístico en todos los pueblos.
Santurtzi fue el único de ellos que logró conservar en esas primeras décadas el carácter residencial que le había convertido en destino preferido de la burguesía vizcaína, vasca y española, con villas y palacetes para su descanso estival. Muchos de estos empresarios se enriquecieron rápidamente con la explotación de minerales y siderurgia, nuevos ricos que quisieron evidenciar su riqueza y poder a través de construcciones monumentales que se dispusieron principalmente en la zona de campo grande y Peñota.
De todos ellos, uno de los pocos que se ha logrado mantener en pie es el Palacio Oriol, situado sobre el viejo acantilado que daba a la playa de Portugalete, en la atalaya sobre la bahía del Abra, junto a un paraje conocido antiguamente como el Fuerte de Santa Barbará.
De estilo ecléctico, influenciado por el romanticismo y el estilo inglés, este palacete sirvió de morada a este importante industrial y financiero quien falleció en 1912, una década después de ser construido, pasando el edificio a manos de su única heredera, su hija Catalina de Urquijo y Vitorica, esposa del también destacado empresario Jose Luis Oriol, cuyo apellido es el que actualmente da nombre a este chalet.
Este edificio señorial provisto de piedra en el exterior en cuyo interior no falta lujo alguno es sin duda alguna, una de las joyas arquitectónicas más bellas e importantes de Bilbao, un reclamo turístico que estuvo a punto de desaparecer. En desuso y abandonado a partir de los años 70, llegó a perder el tejado y estuvo cubierto completamente por la hiedra, hasta que en el año 2003 fue rehabilitado y abierto al público como Hotel.
Actualmente cuenta con 88 habitaciones, restaurante, terraza, bar y varios salones donde albergar todo tipo de celebraciones. Tanto el paso del tiempo como la obra que se hizo en él, dotándole de mayor profundidad, modificó en gran parte este singular inmueble, pero siempre respetando la personalidad del edificio y restaurando cuantos objetos fueron posibles del antiguo palacete, su gran escalera interior de madera, el antiguo altar y varias piezas de madera repartidas por varias estancias del hotel.